Primer día; ¿Qué podía salir mal?


En la sabiduría popular siempre se ha coincidido en que la natación es el deporte más completo, el más necesario y el más oportuno para los niños, y no seré yo quien desdiga lo que con el paso del tiempo se ha convertido casi en un mantra para el conjunto de la sociedad. Pero sí me parece necesario y oportuno recordar en este rinconcito, sin menospreciar a cualquier otra disciplina deportiva, lo agradecido que es el baloncesto con aquellos que lo practican: incrementa la coordinación, la rapidez de reflejos, aumenta las habilidades motrices y desarrolla la agilidad, entre tantas otras cosas. Pero me parece mucho más sustancial lo referido a los beneficios emocionales, sobre todo en niños y niñas tímidos e introvertidos, con dificultades para integrarse en un grupo, ya que fomenta al máximo exponente la cooperación y el compañerismo.

En un pueblo hay 3 razones para querer practicar baloncesto: Un 50% de los que lo practican han probado el futbol como primera e inexorable opción y, o no estaban dotados de las habilidades necesarias o no terminó de convencerles. Otro 40% de ellos tienen unos padres que probablemente hayan jugado al fútbol y no querían que sus hijos siguieran su misma estela, ya bien fuera por los comentarios ofensivos que se propinan con mayor frecuencia que en ningún otro deporte desde las gradas, o porque su hijo medía un par de centímetros por encima de la media y le gustaría que se aprovechara deportivamente de ello. Por último queda ese 10% restante de despistados, una rara avis, 1 de cada 10 (que se dice pronto), aquellos que sin saber muy bien por qué no pueden separarse de la pelotita naranja. Son esos benditos despistados que desafían las leyes de la supremacía futbolera que impera en la sociedad española.

Mi bagaje como entrenador de baloncesto era inexistente hace unos meses, mis escuetas nociones baloncestísticas provenían 11 años de visualizaciones de partidos sin ningún tipo análisis o reflexión más allá de las simplezas que puede llevar a decir cualquier telespectador, las lecturas de diarios especializados en el tema y la realización de un curso acelerado de formación para entrenadores necesario poder entrenar a cualquier equipo regional que se arriesgara a aceptar los servicios de un novato.

Un día de verano, recibo una llamada del coordinador del club de baloncesto de mi pueblo, sorprendentemente me propone ser el entrenador del equipo más pequeño del club, niños entre 7 y 11 años. La mayoría de ellos ya había entrenado el año anterior, por lo que no habría que empezar de cero, pero también se encontraban niños sin ningún tipo de conocimiento, más allá de que baloncesto trataba de encestar una pelota en una canasta, o algo así. Me confiaron quizá una de las tareas más complejas a las que me había enfrentado. Además, todo ello incluía gestionar relaciones con padres, con niños, con entrenadores rivales, etc… Todo aquello metido en una coctelera. Era momento de agitarla y  esperar que funcionara. ¿Qué podía salir mal?

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